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Platón: mujeres, hombres y ciudades

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La ciudad justa deberá reproducir la imagen del alma y es que la ciudad se forma por la suma de hombres y los hombres por su alma, no por su «carrocería». Desde ese presupuesto Platón se atreve a plantear una ciudad que nadie, ni sus propios discípulos aceptaron. Si me seguís un poco, lo entenderemos. El alma es como un auriga que conduce dos briosos corceles. Uno es la fortaleza, el ánimo, el otro la pasión. El auriga, conductor, es la razón, que debe armonizar todo, produciendo el equilibrio, la justicia. Así que para que una ciudad sea justa y equilibrada, cada una de las tres partes debe cumplir lo suyo y dejarse de despropósitos. Una parte debe estar dedicada a la fortaleza, son los militares. Otra debe esforzarse en producir lo necesario, el pueblo. Los aurigas deben dirigir el carro, su tarea es la razón; son los filósofos. Ahora viene lo bueno. Para que la ciudad no vuelque y se convierta en injusta, los dirigentes sabios y los militares no podrán tener propiedad alguna, ni siquiera sobre los hijos no vaya a ser que para favorecerse a sí mismos o a sus hijos se conviertan en corruptos, es que…¡todo puede ser! Por otra parte si la razón dirige, una mujer inteligente puede dirigir, no importa su «carrocería», importa su pasión por la justicia.

Texto de Antonio Hurtado

 

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