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Parece que las entrevistas se iniciaron a mitad del XIX, aunque hay quien defiende que existieron bastantes entrado el XVII. Aquí está la demostración. Es una conversación con Hobbes mantenida poco después de morir. Fue así:
Yo.— ¿Cuándo nació usted señor Hobbes?
Hobbes.— Creo que fue en 1588. Viví unos 91 años, si se puede llamar vida a un continuo viajar, huir, entrevistarme con científicos, publicar para que se me atacara de forma inmisericorde…
Yo.— Un momento, un momento. Creo que debemos ir por partes aunque sea de forma sucinta. ¿A qué se dedicaba usted?, ¿Era tal vez profesor, investigador…?
Hobbes.— Hummm… Verá es difícil contestarle. Estuve mucho tiempo ligado a la familia Cavendish, como tutor y otras cosas más. Fui profesor de Matemáticas del que sería rey de Inglaterra como Carlos II, al que había conocido en París en mi época de destierro voluntario y en su época de destierro político. Me dedicaba a escribir un poco de todo. Así publiqué cosas muy ligadas a la física mecanicista. También contra Descartes, pero, sobre todo, en el terreno social y político.
Yo.— Eso quiere decir que el gran Hobbes estuvo volcado en lo que podríamos llamar terreno científico. ¿No es así?
Hobbes.— Pues si y no. Tuve mucho contacto con científicos, a los que debo mi concepción mecanicista, pero hay otras cosas. ¿Sabe que escribí una autobiografía en verso?, ¿Sabe que traduje la Ilíada y la Odisea?
Yo.— Vaya hombre, me deja usted sorprendido. Aunque no creo que condenaran sus libros por eso.
Hobbes.— ¡Definitivamente no! Además usted es demasiado indulgente si piensa que se limitaron a ello.
Yo.— ¿Ah, no? ¿Qué más pasó?
Hobbes.— Miedo. Oiga, quemaron públicamente mis libros. Una vez en vida y otra después de muerto. ¡Qué vergüenza! Se debería repasar las quemas de libros a lo largo de la historia para darse uno cuenta de lo que es el miedo a la libertad de pensamiento.
Yo.— ¿Qué defendía usted, mi querido Hobbes, para que se produjera esta deshonra?
Hobbes.— Verá, eran ideas, y las ideas producen miedo y el miedo inseguridad. Los sistemas que se llevaban eran contrarios a la libertad y a la razón. Yo me apoyo en la razón, pero no estoy de acuerdo en cómo la enfoca Descartes. La razón no es infalible, aunque es cierto que necesite método. Tampoco soy mi pensamiento. Es como si dijera que «yo estoy paseando por lo tanto soy un paseo». Los animales también tienen su razón, anticipan, ponen medios y acomodan su conducta al resultado.
Yo.— No veo muy bien que eso causara problemas más allá de una discusión.
Hobbes.— Verá. Yo estudio la sociedad, la observo y saco conclusiones. Por ejemplo sabe que la sociedad inglesa está dividida entre monárquicos y parlamentarios. Unos, que si el poder viene de Dios, los otros, que debe compartirlo con el pueblo. Pues están equivocados los dos. La naturaleza humana, ella misma, los contradice. Hay dos fuerzas en el hombre, una es la avidez que pretende gozar él solo. Por eso un hombre siente a otro como un lobo que quiere apoderarse de lo suyo. Ñam, y ya está. Pero también existe la razón que siente miedo y quiere huir de la muerte violenta. La única forma de hacer todo este lío congruente es establecer un contrato por el que todos someten su voluntad al Estado, el Leviatán, que armoniza a tantos lobos como existen.
Yo.— ¿Pero eso conduce al absolutismo, emanado no de Dios sino de la razón?
Hobbes.— Sí. Por eso unos y otros me persiguieron a mí y a mis libros. Tenían miedo de mis ideas. En especial de mi libro Leviatán.
Yo.— ¿Esto quiere decir que el único motivo de la sociedad es la seguridad de la propia vida. Es decir, el miedo?
Hobbes.— Si, yo siempre he dicho que nací hermanado con el miedo… El tema es difícil, lo sé, seguramente otros intentarán otra explicación, pero, ¿porqué no lo discutimos sin que haya fuego de por medio?
Texto de Antonio Hurtado
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