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Primos

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Le conté a mi primo que Kant fue, posiblemente, la culminación del pensamiento ilustrado, y que, al mismo tiempo, había inaugurado una forma distinta de encarar el conocimiento y la ética.
Verás —le dije—, Kant simboliza la figura tradicional del sabio catedrático ensimismado en la fabricación de sus teorías y en la necesidad de divulgarlas. De una disciplina mental fuera de lo común pero de temperamento muy sociable, amigo de tertulias, muy ingenioso y hábil en la conversación.
Lo importante —continué con la explicación— es que nuestro Immanuel, que así se llamaba, intentó responder a las preguntas que todo el mundo se hace: qué puedo conocer, qué debo hacer, qué me está permitido esperar y qué es el Hombre. ¡Total nada! —exclamó mi pariente.
Kant buscó siempre partir de los sentidos, para contestar a lo que podemos saber, pero, a su vez, intuyó que el ser humano modela la materia, recibida por los sentidos, con unas formas innatas. Esas formas las pone la sensibilidad, luego el entendimiento y finalmente la razón. Vamos —dijo mi primo— que es como una cadena de montaje en la que cada departamento actúa sobre lo que recibe del anterior. Sí señor, pero ¿adivinas la conclusión? La razón tiene sus límites. Así, razonar sobre Dios, el alma o la totalidad del mundo es imposible puesto que de ninguno de ellos se recibe nada desde nuestros sentidos. La cadena de montaje funciona en vacío. Entonces cualquier hombre se pregunta también ¿qué debo hacer? Aquí igualmente rompe con la visión tradicional que mandaba cumplir con una lista de preceptos. Lista que recibimos siempre de otro, mandando lo que es bueno. Kant, se niega a aceptarlo. En ese caso sería bueno solo el que manda.
Kant es tajante. La bondad nace del deber. El deber es la forma, el molde de la razón en su uso práctico y personal. Todo debe supeditarse al deber.
¿Y cuál sería en cada momento nuestro deber si no hay catálogos que cumplir? —me preguntó— «Obra de tal modo que uses a la humanidad como un fin, nunca como un medio». Eso es lo que respondió Kant. Ahora viene lo complicado: cada uno usará su libertad para materializar cuál es ese «de tal modo». No vale el ciego cumplimiento de voluntades ajenas.
Mi primo murmuró que todo eso era muy bonito, pero muy difícil. ¡Y es que a mi primo, lo difícil..!

Texto de Antonio Hurtado

 

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